martes, 8 de septiembre de 2009

Las fuertes huellas de Alfonsina

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Por la blanda arena que lame el mar
Su pequeña huella no vuelve más
Un sendero solo de pena y silencio llegó
Hasta el agua profunda un sendero solo
De penas mudas llegó hasta la espuma.

Sabe Dios qué angustia te acompañó
Qué dolores viejos calló tu voz
Para recostarte arrullada en el canto
De las caracolas marinas la canción que canta
En el fondo oscuro del mar la caracola.

Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevosFuíste a buscar?
Una voz antigüa de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños
Dormida, AlfonsinaVestida de mar.

Cinco sirenitas te llevarán
Por caminos de algas y de coral
Y fosforescentes caballos marinos harán
Una ronda a tu lado y los habitantes
Del agua van a jugar pronto a tu lado.

Bájame la lámpara un poco más
Déjame que duerma nodriza, en paz
Y si llama él no le digas que estoy
Dile que Alfonsina no vuelve y si llama él
No le digas nunca que estoy di que me he ido.

Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevosFueste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños
Dormida, AlfonsinaVestida de mar.

Alfonsina y el mar


Compuesto por Ariel Ramirez y Felix Luna, este tema que recuerda el trágico final de la escritora, ha sido interpetado por grandes músicos como Andrés Calamaro, Mercedes Sosa, Luis Salinas, Jairo, José Carreras, Shakira, Alfredo Kraus y varios otros dispersos por el mundo.






Alfonsina fue operada de un cáncer de mama el 20 de mayo de 1935, marcándola hasta el final de sus días. Desde siempre, era depresiva, paranoica y sufría ataques de nervios, pero esta enfermedad potenció todos sus problemas. Se volvió reservada y cauta con las relaciones.
En octubre del ´38, viaja a Mar del Plata y el martes 25 deja su habitación con pasos firmes hacia el mar. A medida que el mar se subía besando sus piernas, los problemas desaparecían y nacía la muerte más recordada de la literatura argentina.



Antes, había escrito dos cartas. Una a su hijo Alejandro, y un poema de despedida al diario La Nación:

Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme puestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Pónme una lámpara a la cabecera, una constelación, la que te guste, todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes, te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que te olvides.

Gracias... Ah, un encargo, si él llama nuevamente por teléfonole dices que no insista, que he salido..."


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