jueves, 5 de noviembre de 2009

Yasunari Kawabata

De oriente a la mesita de luz
Un recorrido por la historia del brillante escritor japonés que supo ser best seller en la Argentina décadas después de suicidarse.

Yasunari Kawabata nació en Osaka, Japón, en 1899. A los dos años quedó huérfano y tuvo que ser criado por sus abuelos. Para cuando cumplió los catorce años de edad, insomne y lector voraz de clasicos europeos, él mismo era toda su familia. Todos estas experiencias, quizás, alimentarían lo que fue su obra, donde la soledad, la angustia ante la muerte, además de la búsqueda de la belleza y la atracción por la psicología femenina, expresado todo ello en un estilo simbólico y lírico, lo ubican como la piedra angular de la literatura japonesa moderna y lo plasman como un destacado estilista dentro de la escuela instrospectiva y poetica de Tanizaki.


Deseoso de poner su mente y su pluma en acción, Kawabata se incribió en 1920 en la universidad Imperial de Tokio para estudiar literatura inglesa, y un año después se cambió a la carrera de literatura japonesa, convencido de la riqueza de sus raíces.

Sus primeros trabajos fueron ligados a la literatura de su tierra, pero también al periodismo. En 1924 fundó la revista "La edad artística", en donde editó por primera vez "La bailarina de Izú", una de sus obras más populares que recopila testimonios de ficción muy ligados a su historia personal.



Sin duda ha sido uno de los autores orientales modernos más prolíferos: en sus obras completas hay s de 500 títulos, entre novelas, nouvelles y cuentos, publicados en 35 libros. A todo esto se le suman un sinfin de rtículos, críticas literarias y traducciones de textos clásicos japoneses, como por ejemplo el anónimo "Taketori Monogatari" (El cuento del leñador). Entre sus obras más importantes se destaca el libro de cuentos "Primera Nieve en el Monte Fuji", la clásica "El Maestro de Go", y su última novela "Lo Bello y Lo Triste", reeditada en la Argentina en 2008.

Pero la carrera de Kawabata adquirió fama mundial en 1968, cuando le otorgaron el Premio Nobel de Literatura. Su discurso al recibir el reconocimiento quedará guardado en la historia de la literatura: a raíz del suicidio de su amigo Akugatawa y el de su discipulo Mishima mediante un ritual suicida japonés, seppuku, Kawabata, que no simpatizaba con el suicidio enuncia que "la muerte no es una respuesta, ya que solo interrumpe la comprensión".

Contrariamente a lo que cualquiera podría imaginar, y lejos del ritual o la tradición, que siguieron sus amigos, Kawabata se suicidó sin dar explicaciones en la ciudad de Zushi el 16 de abril de 1972. Ese mismo año, como sucede con la mayor parte de los genios de la literatura, su trabajo obtuvo un gran reconocimiento mundial y sus obras póstumas alcanzaron récords de venta en múltiples y diversos puntos del mundo, acercando a la cultura y tradiciones japonesas a la mesita de luz de cualquier lector curioso.

Para conocer más y aguzar los sentidos, un video homenaje con las mejores imágenes del hombre y la obra que abrieron las puertas de l lejano oriente:



martes, 3 de noviembre de 2009

Todo sea por la FLIA


La Feria del Libro Independiente y Alternativa (FLIA) necesita gente con ganas de: colaborar, pensar ideas para cada evento, organizar los mismos, hacer prensa y difusión, trabajar en los stands, y sentirse parte de un movimiento que hace tres años viene trabajando sin fines de lucro para difundir obras literarias de artistas independientes.

Por eso el equipo horizontal y democrático que hoy lleva adelante FLIA advirtió en su blog que necesitan “mayor participación activa de nuevas personas que enriquezcan el colectivo y se hagan tiempo para ir a las charlas, ayudar, y trabajar en la organización”.

Sus miembros se reúnen en asambleas abiertas todos los martes con el objetivo de que ese anhelo que comenzó hace más de tres años siga creciendo: la existencia de un espacio de difusión para obras y artistas ignorados por el circuito comercial.


FLIA ya tuvo 11 ediciones en Capital, pero también se propagó este año hacia a La Plata y Bahía Blanca, y también a la provincias de Misiones y Chaco, cuya primera versión será en noviembre, los días 14 y 15 en Resistencia.






La idea es tan noble y, por suerte, los resultados tan excitantes, que valdrá entonces la pena acercarse y colaborar para dar lugar a los nuevos valores borders de la literatura local.

“La lucha resulta completamente desproporcionada: una compañía de artistas de circo contra un ejército mercenario armado hasta los colmillos; un puñado de ilusiones alzado contra la voluntad de poder, enfrentados irremediablemente, de principio a fin”, es una de las proclamas que propone el blog para darle fuerza a ese pequeño escuadrón de artistas de ningún lugar que, organizados en FLIA, están mutando hacia una verdadera guerrilla urbana de poetas y escritores alternativos, inmensa fuente de creación al alcance de más y más lectores cada día.


Es hora de hacernos la novela, la película, o el poema, de que el arte nos puede pertenece a todos. A los que lo hacen y a su público. NO a los dueños de las jaulas para libros, discos, pinturas y conciertos, que le ponen precio a todo, luego lo ordenan por góndola, y después compran teatros, cafés, y salones donde éstas obras serán expuestas, privatizando nuestro derecho a consumir arte, música y poesía.

Acercarse entonces, los martes a las 20 a la sede FLA de Brasil 1551, en el barrio de Constitución, es un asunto de FLIA.




por Patricio Lange.

lunes, 2 de noviembre de 2009

CRÓNICA ARBITRARIA DE UNA NOCHE CUALQUIERA EN BUENOS AIRES

No sólo de críticas y presentaciones vive el hombre. Hoy me voy a permitir dejar de lado por un rato la tercera persona -esa que hace tan creíble al periodismo- y dedicarme a la primera, a mi propia voz. Que no es menos creíble.
Presento una crónica de factura propia: un recorte subjetivo de la noche en Buenos Aires. De seres anónimos que trabajan, seducen o simplemente vegetan, en la penumbra ciudadana.
Las siguientes líneas son también un humilde homenaje a
Fabián Polosecki, quizás el primero en poner el ojo en las mariposas de la noche. Dándoles entidad y existencia a muchos seres olvidados.

“¿Querés qué te cuide la moto?”, me preguntó Abril, una nena de siete años que trabajaba en Puerto Madero, sobre Alicia Moreau de justo, en frente de los cines. No supe que contestarle, eran las 22,30 y yo estaba apurado.
Cuando volví, a las 12 y media de la noche, noté que Abril todavía estaba sentada en la vereda, me dio pena verla. Me acerqué y conversamos un ratito: contó que se quedaba cuidando los autos hasta las cuatro de la mañana, que después iba a tomar el tren en Constitución para ir a su casa en Guernica, en el Gran Buenos Aires. Dijo orgullosa que tenía cuatro hermanitos, que estaba en primer grado, y que estudiaba por la tarde.
Su simpatía y espontaneidad me desarmaron, era una cosita chiquita que destilaba inocencia y alegría. Abril tenía el pelo castaño y medía un metro de alto, estaba vestida con un equipo de gimnasia gris, que alguna vez fue blanco, y le faltaba un dientito de leche, lo que le confería una sonrisa simpatiquísima. Me despedí de ella y le di algún dinero para ayudarla, pero también para aliviar mí malestar interno.
“¿Y, qué tal la cuidadora?”, inquirió un muchacho de barba que pasaba caminando y había escuchado mí conversación con la nena. “Los padres están a los besos enfrente”, dijo con tono de reproche, y siguió.


Un taxista, buen samaritano de la noche, me explicó dónde quedaba el Casino Flotante, y la primera sensación al llegar fue la de un parque de diversiones. El estacionamiento con muchas luces de colores, señalizado con cartas de póquer de neón me recordaron un circo. El barco donde funcionan las mesas del casino parece salido de la película Maverick, era una réplica de esas embarcaciones típicas del Missisipi.
Una vuelta por los distintos niveles no me condujo a ningún lado. Todos estaban demasiado ocupados en seguir una pelotita, un naipe, o algún dado, como para iniciar una conversación.
No conforme con esto me dirigí raudo al Hipódromo de Palermo, y el viaje en moto me hizo sentir que la madrugada del miércoles se enfriaba.
Los elegantes salones del palacio hípico estaban copados por más de tres mil máquinas tragamonedas. Recorrer el lugar representaba atravesar un mar de colores y sonidos que se transformaba conforme se avanzaba. La única constante era el estado hipnótico en el que se encontraban los jugadores: miradas extraviadas, movimientos maquinales y conductas compulsivas. Tampoco resultó un lugar apto para estrechar vínculos con otro ser humano.
Salí decepcionado pero no estaba dispuesto a rendirme. Subí por Libertador, y sin saber muy bien cómo, aparecí en los bosques de Palermo. Me impresionó la enorme caravana de autos que circulaban a paso de hombre.
Di una vuelta por el circuito donde se oferta el sexo más polémico de Buenos Aires, advertí como los muchachos de los autos negociaban con las provocativas travestis, y finalmente decidí parar a tomar algo en el puesto que está abierto las 24 horas, a metros del lago.
Me apeé de la moto, saludé respetuosamente y pedí una Coca. Romina, una mujer obesa de 28 años, me sirvió la gaseosa con parsimonia, se la notaba cansada y con razón: hacía más de 16 horas que estaba trabajando. Esta comerciante de cabello bicolor, negro y bordó, contó que prefiere trabajar en el turno de la noche. "Es más tranquilo a esta hora", afirmó, mientras dos travestis muy flaquitas entraban por la puerta trasera del carrito.
Soledad se vino desde Salta para trabajar en la prostitución, dice que acá hay más plata. Se la nota inquieta, habla mucho y cambia de tema constantemente. "A mí me gustaría que haya una
marcha del orgullo gay en mi provincia", comentó, en relación a los volantes que estaban sobre el mostrador y que promocionaban la marcha del 31 de octubre en la Plaza de los dos Congresos.
"Yo tengo más hormonas femeninas que masculinas, eso me dio el último estudio que me hice", afirmó, para validar su condición de traviesa natural. Soledad continuó con una clase de profilaxis: "Me cuido mucho, a los clientes les hago poner dos forros, y si no les gusta que se vayan a la mierda". Dicho esto salió disparada fuera del puesto hacia un auto en el que se encontraba una amiga suya y cuatro tipos que le hacían señas. El deber es primero.
Cuando estaba por irme me abordó Rocío una travesti de belleza perturbadora. Una rubia de un metro 80, vestida con una tanga, botas rojas hasta las rodillas y un top roto que le dejaba las tetas al aire. Comenzó a interrogarme: "¿Ya te vas, cómo te llamás, qué andás haciendo, querés que te haga un bucal?"
Rocío era más bien un vendaval que acusaba 25 años aunque aparentaba 35. Trabajó algunos años en Centroamérica y se le notaba en el acento.
Me dispuse a irme y se me acercó. "¿No te gusto?", preguntó. Tomó mi mano izquierda y la apoyó sobre su pecho, luego llevó mi mano derecha a sus nalgas. Quedé helado, ella estaba trabajando y era su manera de conseguir clientes. "Me tengo que ir, gracias", balbuceé. Me subí a la moto, arranqué y me fui. Temblaba, seguramente por el frío.

Fernando Córsico