Julián Gorodischer.
¡Golpeá qué te van a abrir!
El libro Golpeando las puertas de la TV, de Julián Gorodischer, publicado en 2003 por la editorial Libros del Rojas, cuenta historias de seres anónimos que lo que más desean en la vida es salir del anonimato.
Son crónicas de personas que veneran a ídolos con pies de barro, y de héroes de pacotilla que toman a la fama repentina, esos 15 minutos tan mentados, como una forma de ascenso social. ¿A quién le importa qué es de la vida de grupos como Bandana o Mambrú, o de sus clubes de fans? A los protagonistas de Golpeando las puertas de la TV.
Para los personajes del libro, y también para el cronista, lo único que interesa es lo que sucede en torno al mundo del espectáculo, lo inmediato, lo luminoso, la belleza juvenil y la superficialidad. El reconocimiento del otro les otorga la entidad necesaria para existir.
El periodista Julián “Giuliano” Gorodischer infunde a Crónicas de la fama repentina, tal el subtítulo, una gran dosis de cinismo. Por momentos se hace cómplice de su entrevistado, se mimetiza con el fanático común, y en el párrafo siguiente lo destroza con alguna malsana, aunque divertida, observación.
El autor se inmola ante el lector cuando admite que su trauma empieza cuando vuelca el vaso de Coca Cola sobre el sillón de tapizado rojo (¿o amarillo?), o cuando su fidelidad inconsciente al sistema televisivo lo obliga a confesar ante sus amigos, una falsa abducción extraterrestre.
De cualquier forma, Golpeando a las puertas de la TV es un compendio biográfico que enumera hitos de la pantalla chica. Y autobiográfico en parte, que relata momentos en la vida de Gorodischer. El escritor es cronista y espectador, tan hijo de la TV como cualquiera de las criaturas que entrevista.
Quizás el otro enfoque sobresaliente, aparte del cinismo, sea el de la superficialidad, que está presente durante todo el relato, pero que se concretiza con fuerza —siempre desde el humor sardónico— cuando Gorodischer deslinda responsabilidad sobre lo que escribe para echarle la culpa a su mamá, Lidia.
Fernando Córsico
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